Caso 1: Amalia veía la televisión en su casa como tantas otras tardes, solo que esta vez había renunciado a la telenovela para poner un canal de Buenos Aires ya que su hijo Carlos, por primera vez, había viajado a la gran ciudad para asistir a un evento musical junto a sus amigos. “Noticia Urgente” dijeron, y ella prestó toda su atención: “Hubo un accidente con el saldo de una persona fallecida”. Entonces vio con pavor en la pantalla como estaba tirada en un rincón, al lado del accidentado, la gorra negra de Carlos, en la que días antes ella misma había bordado con tanto amor las iniciales de su hijo. En ese momento sintió que el mundo se detenía.

Caso 2: Juan, de 17 años, salía de un partido de fútbol con sus amigos cuando, en un intento de asalto fue mortalmente herido por otro jovencito de su edad.

Curar las heridas

Estos son dos de los de tantos casos que conmocionan a la sociedad y que modifican, radicalmente, la vida de la familia de quien fallece. “Todos experimentamos muchas pérdidas a lo largo de la vida, pero la muerte de un ser querido no tiene comparación a causa del vacío y de la profunda tristeza que produce”, explica la médica psiquiatra María Gabriela Parano, especialista en terapia cognitiva conductual.

No obstante, añade, es necesario realizar el duelo cuyo objetivo es curar la herida por la pérdida que se ha sufrido. “Es como la cicatrización después de una cirugía. Cuando el círculo del duelo no se cierra, esa herida queda abierta. Muchos problemas de la vida se originan en un dolor no resuelto y no curado, es por eso que debemos dedicar al duelo el tiempo correspondiente, que es único y personal, y expresar el dolor por nuestra pérdida”, explica.

“Cuando murió mi hijo dejé de ir a la iglesia; me preguntaba dónde estaba Dios”, recuerda Amalia. “No podía levantarme de la cama, un nuevo día era un desafío. No quería comer, ni bañarme, ni pensar”, agrega.

En memoria

Amalia fue rearmándose, no obstante, desde el dolor, y generó en su barrio un espacio de expresión artística y cultural donde los jóvenes pueden aprender talleres. También se hacen exposiciones de arte y recitales de música. Ese espacio lleva el nombre de su hijo como una manera de honrar su memoria.

“Siempre existe una lucha, única y personal que nos conduce a la aceptación, es así como dejamos de dedicar nuestras energías a la pérdida y empezamos a dedicarlas a la vida. Aprendemos a recordar a nuestros seres queridos y a conmemorar su existencia”, advierte Parano.

Los padres de Juan, Francisco y María, al principio no podían entender por qué habían matado a su hijo. La ira los invadía. A medida que transitaban el proceso de duelo fueron asignando un nuevo sentido a su pérdida, pero fundamentalmente a la vida de su hijo y a su propia vida como padres.

Durante los siguientes años recorrieron los colegios y otras instituciones contando su historia y permitiendo que jóvenes en conflicto pudieran dejar la violencia y encontrar su lugar en el mundo.

Solidaridad

Son muchas las personas que tras la pérdida de un ser querido buscan formar organizaciones sobre un tema vinculado con la persona que murió. Al respecto, la psiquiatra afirma: “las pérdidas nos unen, nos ayudan a profundizar en la comprensión mutua, nos permiten relacionarnos de un modo que ninguna otra lección de la vida nos ofrece. Cuando estamos unidos en una experiencia de pérdida nos preocupamos los unos de los otros y nos relacionamos de un modo nuevo y más profundo. Ayudar a los demás, como puede ser a través de una organización, es una manera de ayudarnos a nosotros mismos”.

Esto significa protegerse, ya que la solidaridad afianza el proceso de curación del duelo y ayuda a mitigar el dolor.

“La representación es la capacidad de dar sentido a los acontecimientos que marcan nuestra historia y que participan en nuestra identidad. Formar organizaciones sobre un tema vinculado con la persona que perdimos nos permite darle un sentido a la adversidad y conmemorar la vida de nuestro ser querido, ya no desde el dolor de la pérdida sino desde la magia de la vida”, finaliza.

Etapas

1- Negación
Es la forma que tiene la conciencia de dejar entrar solo lo que somos capaces de soportar. Ayuda a dosificar el dolor de la pérdida.

2- Ira
Es una reacción natural ante la injusticia de la pérdida. Nos enojamos con el ser querido, con nosotros y, a veces, hasta con Dios.

3- Negociación
Queremos retroceder el tiempo, que la vida vuelva a ser como era antes. Y pensamos cosas como: “¿y si hubieran descubierto antes el tumor?” 4- Depresión
Aparece la sensación de vacío y el dolor golpea con fuerza. La vida parece no tener sentido. Esto nos obliga a reconstruirnos desde la nada.

5- Aceptación
Se acepta la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente. De forma gradual y cada cual a su ritmo, se va encontrando algo de paz.

ACLARACIÓN

• Los casos mencionados corresponden a pacientes de la doctora Parano. Por ese motivo se mantiene en reserva su identidad.